Alergia alimentaria, calidad de vida y leche materna

En las últimas décadas, las alergias alimentarias se han vuelto cada vez más comunes en todo el mundo. “En algunos países se han duplicado o triplicado los casos en los últimos 10 a 15 años”, explican las investigadoras Vanina Marini, doctora en Ciencias Químicas, y Natalia Lozano, médica pediatra. Ambas son docentes en la cátedra de Inmunología de nuestra Facultad de Ciencias de la Salud y lideran un proyecto que busca comprender mejor este fenómeno que no solo afecta la salud, sino también la vida diaria de quienes lo padecen y su entorno.

El crecimiento de la prevalencia demanda un aumento de los costos en salud, consultas por guardia, servicios de emergencia y requerimientos de internación por episodios de anafilaxia, una reacción grave que requiere atención médica urgente y que es la expresión más grave de esta patología. La problemática no solo afecta a nivel físico sino emocional, especialmente debido a las dietas restrictivas.

Vanina Marini (VM) y Natalia Lozano (NL) llevan adelante el proyecto Alergia alimentaria: epidemiología, manifestaciones clínicas, calidad de vida y alérgenos en leche materna. Conversamos con ellas sobre la patología y los resultados de su investigación.

¿Cuándo se considera que existe una alergia a un alimento?

NL – No todas las reacciones a los alimentos son alergias. Algunas personas, por ejemplo, no digieren bien ciertos componentes (como en el caso de la intolerancia a la lactosa) o sufren intoxicaciones por alimentos contaminados. Pero en el caso de las alergias alimentarias, el cuerpo reacciona de forma exagerada ante sustancias que, en general, son inofensivas para la mayoría. Estas reacciones son provocadas por el sistema inmune, nuestro sistema de defensa, que responde de manera inapropiada ante ciertos alimentos.

Existen distintos mecanismos dentro del sistema inmune de nuestro cuerpo que pueden generar una reacción frente al contacto con el alimento.

¿Qué problemática representa la alergia alimentaria?

VM–Tiene un alto impacto negativo para quien la padece y para su entorno más cercano. Es una problemática que no solo tiene que ver con la salud física sino con las manifestaciones que se pueden dar a nivel emocional, ya que las dietas restrictivas no permiten una actividad social libre, y el miedo a tener una reacción grave genera ansiedad, aislamiento social y afecta de forma considerable la calidad de vida del paciente y su entorno cercano. En el caso de los niños se agrega la vivencia de los cuidadores, habitualmente sus padres, y hermanos, que quedan condicionados al diagnóstico que presenta el niño.

¿Qué factores intervienen en su incremento?

NL–No se conoce la causa específica pero se cree que la globalización y el estilo de vida occidentalizado juegan un rol clave. Su prevalencia es variable y se han descrito tasas que rondan desde el 1% al 10% en la población general. Hay muchos factores que intervienen, el más conocido es la edad, porque sabemos que es más frecuente en edades pediátricas. También es más frecuente en regiones occidentales debido justamente a estilos de vida que predisponen y favorecen su desarrollo. La presencia de antecedentes familiares de enfermedades alérgicas aumenta el riesgo de su manifestación, asi como también algunos factores ambientales, como la contaminación, el uso de antibióticos tempranos y la vía de nacimiento que afectan la microbiota intestinal. En este último caso se sabe que la cesárea condiciona la configuración de la microbiota y predispone al paciente a desarrollar alergias.

¿Cómo se aborda la temática en esta línea de investigación?

VM– En nuestro grupo abordamos la alergia alimentaria desde diferentes perspectivas. Además de valorar cómo afecta la calidad de vida de los niños y su entorno, también evaluamos la comprensión de la población general de los etiquetados de alimentos industrializados referidos a los alergenos. En este punto, encontramos que muchas personas no comprenden del todo los etiquetados de alimentos industrializados. Esto puede ponerlas en riesgo, ya que no siempre es fácil saber si un producto contiene alérgenos.

¿En qué etapa se encuentran de la investigación?

NL– Estamos trabajando en dos áreas, por un lado llevamos adelante la investigación sobre aspectos epidemiológicos y clínicos, obteniendo datos a partir de las consultas médicas y de los trabajos a través de encuestas. Por otro lado, hemos avanzado en los estudios del área bioquímica para detección de alergenos en leche materna.

Desde el punto de vista social, nuestro grupo brinda cada año información para pacientes con este diagnóstico, sobre todo durante la Semana Mundial de la Alergia.

¿Qué pasa con la lactancia?

VM– En el caso de niños lactantes, la dieta de exclusión se indica tanto en el niño como en su madre, debido a que existen algunas investigaciones que ponen en evidencia el pasaje de alérgenos a través de leche materna. Nuestro grupo busca aportar conocimiento sobre cómo se comporta el alérgeno una vez que la mamá lo ingiere, y cómo se eliminan estas proteínas del cuerpo. En cuanto a estos hallazgos, estamos haciendo los estudios iniciales para poder detectar el alérgeno en leche materna a través de una técnica diagnóstica llamada ELISA.

¿Cómo contribuyen estos resultados a la sociedad?

NL– Un mejor conocimiento de esta patología permite mejorar la forma de hacer diagnóstico; tratarla de manera más efectiva y acompañar mejor a quienes la padecen. Cuando indicamos una dieta de exclusión en un niño lactante y en su madre, esta indicación médica tiene repercusiones sociales, emocionales y nutricionales sobre el binomio madre-niño. Por lo tanto, tener un mejor conocimiento del comportamiento de los alérgenos favorece una indicación más precisa que pueda afectar menos la calidad de vida del niño que tiene diagnóstico de alergia alimentaria y de su madre.

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